Tuesday, December 15, 2009

La pregunta incontestable

“¿Rodrigo, por qué el cielo es azul?”
Mi hermanita y yo estábamos caminando de la escuela a casa.
“Porque Dios lo ha pintado con un pincel grande con el color azul. ¿Entiendes, Isabela?”
“Sí.”
Ella me preguntaba las cuestiones sobre todo. Quizá es porque soy su hermano mayor. Caminamos lentamente por delante de los muros que estaban cubiertos con los pósteres de los desaparecidos. Cada día vemos las mismas caras de tristeza que nos miraron a nosotros. Estoy seguro de que Isabela no podía entender lo que estaba ocurriendo en Argentina. Ella era demasiado joven. Afortunadamente, no ha preguntado algunas cuestiones sobre los pósteres.
Continuamos cambiando cuando los manifestantes nos pasaron corriendo, ansiosos para unirse en las demostraciones públicas. Llevaban los corteles. Nosotros llevábamos nuestros libros y las tarteras. Pareciera dos mundos separados, como atrapamos en nuestro burbuja de esperanza y felicidad y paz. Gracias a Dios que nuestros padres no se involucraron con las protestas, porque desaparecían también.
Llegamos al peldaño de nuestra casa y entramos. Tenía un olor muy familiar, muy tranquilizante, muy seguro. Tiré mis libros al suelo y fui a hablar con mi madre.
“¿Cómo fue el día, pobrecito?” Ella me recibió con un besito.
“Fue bien. De camino a casa de la escuela, vimos a los manifestantes en las calles otra vez.”
“Oh, no te preocupes. ¿Te preguntó tu hermana las cuestiones?”
“No.”
“Está bien. La cena se terminaré pronto.”
Pero, quién respondería a mis preguntas? No entendí completamente, pero supe mejor que preguntarlo. Nuestros vecinos han desaparecido por tres semanas. Me estremecí la fuente.
Cuando mi padre llegó a casa, los cuatro de nosotros comimos la cena, y fuimos a la sala. Isabela jugó con sus muñecas, habré un concurso televisivo. Recordé que un hombre eligió girar una rueda.
Entonces, oímos un golpe en la puerta. Inmediatamente, mi padre giró la tele más tranquilo y miró fuera de la ventana. Rápidamente, vino donde estábamos Isabela y yo y nos dijó, “Vayan al dormitorio de Rodrigo y no enciendan la luz. Se quedan allí hasta que se lo ordenemos. ¡Ahora!”
Uno.
Los segundos pasaron en movimiento lento. Isabela tiró sus muñecas y subimos las escaleras. Oí a mi padre abrió la puerta cuando los escondíamos debajo de las mantas.
Dos.
Escuchamos entre el silencio algún tipo de ruido, cualquiera ruido para decirnos que todo estaba bien. Hubo un estruendo muy grande. Algo estaba ocurriendo.
Tres.
Oímos a nuestro madre gritar, e Isabela empezó a llorar en la oscuridad. Le cogí muy fuerte para tratar de protegerla. Pude oír el latido del corazón a través del pecho. ¿Qué ha ocurrido?
Cuatro.
La puerta de la casa se cerró. Mi hermanita y yo corrimos a la ventana, buscamos en la noche. Y vimos a nuestros padres – nuestros protectores, nuestra seguridad – los esposaron y les vendaron los ojos y los forzaron entrar en un coche negro. Nuestra madre estaba gritando.
Cinco.
El coche negro los condujo fuera de la casa en el noche. En medio de las lágrimas y los sollozos, Isabela se volvió y me dijo, “¿Rodrigo, que va a pasar con nosotros?”
Ésta era la pregunta que no podía responder.

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