Tuesday, April 27, 2010

Las aventuras de “1081 W. Bippley Road”

De niña, tenía tres hermanos menores a los que les encantaba jugar a los videojuegos cada día. Por eso, me sentía muy sola como la única hija de la familia. Desde que vivimos en el campo, fue difícil para mí visitar a mis amigas mejores así que a mi mamá tenía que conducirme a su casa. Por lo tanto, he dibujado un mapa de nuestro patio trasero y las áreas más especiales para mis hermanos y para mí. Así crecí jugando con las muñecas, y gané la independencia. Sin embargo, cuando me aburría, molestaba a mis hermanos hasta que se acordaba de jugar conmigo. Así es como nuestras aventuras empezaron.
Con mucho pitorreo, pude distraer a mis hermanos de los videojuegos e introducirlos al mundo de la naturaleza. Me perseguían fuera de la puerta trasera de la sala, cruzaban el patio trasero, y corrían a la estructura de los columpios. Pretendíamos que era una gran barca de piratas, entornado por los tiburones antropófagos, y nos forzábamos a “caminar el tablaje” que dirigiría una muerte trágica. En los columpios, me columpia tan alto que el mundo debajo del los pies se transformaba entre el cielo, un azul y blanco brillante. Después de las aventuras de los piratas, nos escondíamos entre los arbustos de zarzamoras con cuidado porque estaban llenos de espinas. Las zarzamoras siempre nos sabían deliciosas durante los veranos.
Cada vez que oímos la llamada de nuestra mamá para hacer las tareas, subíamos el “Árbol de escape”. Guardados muy alto en las ramas, estábamos a salvo de completarlas. Sin embargo, las amenazas de eliminar los juguetes nos persuadían fuera del árbol y entre la casa.
A mis hermanos me perseguían entre el garaje, después del jardín de flores y el hoyo de fuego. A nosotros nos encantaba el garaje porque mis padres almacenaron muchas cosas allí, creado los mejores espacios secretos para jugar al escondite. A veces teníamos que subir el árbol al lado del garaje para salvar un gatito. El garaje viejo nos encantaba.
Cada día cerca de las seis de la noche, escuchábamos el sonido del camión viejo de mi papá que bajaba por el camino. Cuando él manejaba al camino de entrada, corríamos y lo saludamos con besitos y abrazos grandes. El tiempo con nuestro padre fue precioso.
Después del garaje, continuábamos la persecución al fondo del jardín cerca del campo del maíz. Tenía miedo porque había serpientes y animales pequeños por el campo. Cuando me sentía triste, me escondía en el césped largo para ordenar mis pensamientos. Creía que el “Gran Árbol” me daba la sabiduría secreta de todo del mundo. Fue un lugar de paz, de silencio para apreciar la naturaleza.
La persecución continuaría. A mis hermanos y yo corríamos a través del túnel de las uvas creado la frontera de nuestra propiedad. Con zancadas grandes, cruzábamos el campo abierto a la seguridad del columpio de la llanta que estaba en el frente de la casa. Este árbol también fue uno de los mejores para subir. Hoy se pueden ver las ranuras profundas en la madura de la rama a causa del columpio de la llanta. Qué divertido.
Al final, los cuatro amigos corríamos por la puerta principal, sucios, con ruido, luchando por respirar. Tomábamos el agua frío hasta el estómago que no se podía tomar más, y allí, en la mesa de la cocina, la aventura terminaría. Mis hermanos salían para jugar los videojuegos, y yo, con las muñecas. Pero estábamos contentos. Así es como la vida debe ser. Llena de imaginación, de exploración, de lugares secretos que solamente son compartidos con los hermanos. Nunca olvidaré las memorias de mi infancia en la casa de “1081 W. Bippley Road”.

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